La visibilidad de las escritoras
“Anónimo, a menudo, era una mujer”
La visibilidad de las escritoras, por Lía Guerrero
Decía Virginia Woolf aquello de que Anónimo, a menudo, era una mujer; y no le faltaba razón. El anonimato, así como el uso de seudónimos masculinos, ha sido un recurso utilizado de forma constante por las escritoras, ya que les proporcionaba la posibilidad de compartir sus escritos sin que estos fueran juzgados y devaluados por su autoría femenina. Desde Cecilia Bölh de Faber (que firmaba su obra como Fernán Caballero) hasta la tan conocida J.K.Rowling (que fue forzada por sus editores a utilizar iniciales), la lista de mujeres que han tenido que ocultar su verdadera identidad para ver sus obras publicadas es extensa.
Esta necesidad de invisibilizarse como mujeres, ya fuera por elección o imposición, manifiesta de forma clara las desigualdades de género que han existido en el plano literario y editorial. En este sentido, históricamente la devaluación de la escritura femenina emana de la creencia de que las mujeres tenían una escasa capacidad intelectual, o en cualquier caso inferior a la del hombre. Esta creencia, que fue defendida científicamente, perseguía circunscribir a las mujeres a lo doméstico y en la práctica supuso que se vieran excluidas del ámbito literario. Además, cuando sus obras y escritos subvertían esa supuesta incapacidad intelectual, solía alegarse que su literatura o los temas “femeninos” que esta abordaba no resultaban interesantes para el público literario, mayormente masculino.
Así, que la literatura fuera considerada desde lo masculino es una de las razones que han contribuido a apartar a las mujeres (simbólica o materialmente) de la escritura, pero no es la única. La escasa alfabetización femenina, la ausencia de precursoras, las responsabilidades de cuidados o la falta de espacios y recursos propios han dificultado el acceso de las mujeres a la escritura. Esto explica que muchas de las primeras autoras conocidas fueran religiosas o aristócratas, mujeres que podían sortear estas barreras con mayor facilidad.
¿Pero qué ocurre en la actualidad? ¿Dónde están las autoras? Pareciera que algunos de los referidos obstáculos ya se han superado, pero basta indagar un poco en el tema para comprobar que la brecha de género sigue presente.
- Según los datos que ofreció el Ministerio de Cultura en 2019, solo un 32,1% de las obras registradas en el ISBN eran de autoría femenina.
- Hay un escaso reconocimiento a las autoras, ya que premios como el Nobel de Literatura, el Premio Cervantes o el Premio Planeta se conceden en mucha menor medida a mujeres.
- En los más de 300 años de existencia de la Real Academia Española (RAE) solo 11 mujeres han formado parte de ella.
- La mención de autoras en manuales de estudio o en los programas de historia literaria suele ser anecdótica.
Difícilmente todas estas desigualdades numéricas pueden explicarse por la calidad de la escritura femenina, encontrándose ligadas más bien a los prejuicios que aún persisten sobre la capacidad de las mujeres para la creación literaria y a las barreras que siguen encontrando.
No en vano, son estas desigualdades persistentes las que han motivado el surgimiento en el Estado español del Día de las Escritoras. Conmemorada desde 2016, esta fecha persigue dar visibilidad al trabajo de las mujeres en la literatura y combatir la discriminación histórica que han sufrido. Pero es necesario ir más allá, continuar cuestionando por qué su calidad literaria no es reconocida socialmente, situarlas donde deben estar: visibles y valoradas.