La Risa es una cosa muy seria
Por Rocío Álvarez González
La risa es una cosa muy seria
“Humor es posiblemente una palabra; la uso constantemente y estoy loco por ella.
Algún día averiguaré su significado”.
Groucho Marx
Afirmar que algo tan aparentemente trivial como “lo divertido” tenga el peso suficiente para no ser estrictamente lúdico, resultaría algo irónico.
Decía Groucho Marx que la risa era una cosa muy seria y, nada más lejos de la realidad, esa simple respuesta psicofisiológica, puede reestructurar nuestros niveles afectivo, cognitivo y conductual.
Puede modificar la percepción subjetiva que tenemos sobre las cosas, incluso reducir la segregación de cortisol, conocida como “la hormona del estrés”.
Reír ejercita la capacidad para desligar los hechos de su contexto, buscando la incongruencia que lleva a la absurdez.
Aunque las inclinaciones humorísticas son muy variadas, podemos distinguir tradicionalmente entre el humor afiliativo o más inocente, el humor de autoafirmación como respuesta o defensa ante adversidades, estratégico para desdramatizar hechos cotidianos y el humor agresivo o despreciativo.
Aunque las formas de humor evolucionan, cambian simultáneamente con las sociedades, y varían según cada individuo, hay varios principios fundacionales en las obras artísticas que han perdurado, desde “La importancia de llamarse Ernesto” del mítico Wilde o el “Club Pickwick” de Dickens, hasta los monólogos actuales de Ricky Gervais.
Aunque el estilismo de “lo humorístico” no es algo axiomático, es reconocible.
Decía Mauricio Bach en su mítico artículo de La Vanguardia que “la comicidad forma parte de la médula espinal de la literatura inglesa” y más allá, porque lo reconocimos en las actuaciones de Stan Laurel el siglo pasado y en las de Marty Feldman no tan atrás.
Sin embargo, podemos reconocer sus patrones en otras obras no necesariamente británicas, ya que son muchos los autores que han bebido del humor inglés para introducir una especie de código genético que habría de pervivir a lo largo de toda su obra, como ha hecho Woody Allen en sus guiones y novelas, a destacar “Pura Anarquía” y “Cuentos sin Plumas”.
En la literatura inglesa de corte humorístico confluyen el tono eufemístico, la sátira social de su sistema de clases, lo surrealista y lo excéntrico. El mal llamado humor inteligente necesita para la relación intertextual con el lector de un cierto conocimiento previo del contexto, de los “esnobs”, los “nebbish”, o el “innuendo”.
Este innuendo es algo muy característico que en reino unido se usa en literatura para tratar temas tabú mediante la insinuación como si en realidad no se hablara de eso.
Algunos libros que consiguen esta fácil mueca risueña mediante su sofisticado abordaje, en ocasiones políticamente incorrecto, son compartidos por gran parte de la crítica literaria universal. Se pueden destacar 10 de las más resonadas.
Tom Sharpe, con todas las obras de Henry Wilt, ha conseguido situarse en los best sellers internacionales. Desde la construcción del antihéroe, su erotismo brusco y las desventuras de su protagonista junto a Eva o el incansable inspector Flint, todo su universo diegético resulta verosímil y adictivo.
Woodehouse conseguía algo similar con su serie literaria de Jeeves and Wooster. El esperpento de la estructura de las altas clases hecho sátira y una estética muy consagrada a lo que estamos acostumbrados a ver de Rowan Atkinson. Aunque posteriormente se llevó a la pequeña pantalla, los libros son más gráficos en sus descripciones que la serie televisiva.
Descrito como un “purista de una sátira poética que abre un nuevo proceso lírico en la poesía contemporánea del pasado siglo” Kingsley Amis destaca por sus “Poemas antirrománticos” o su compendio de sabiduría etílica “Sobrebeber”. Aunque su novela más sonada es “La Suerte de Jim” , otra hilarante novela que orbita alrededor de la apología del defecto del protagonista, en un contexto similar al de “Wilt”.
Evelyn Waugh por su parte, apuntaba su crítica revestida de humor cargada de una intencionalidad latente hacia otro colectivo: La prensa amarillista, la verdad en los medios de su país -o la ausencia de esta- con su obra “Noticia Bomba”, donde William Boot, Mrs Stitch, y el señor Copper son capaces de situar la novela en los puestos más álgidos del género cómico.
También cargado de situaciones cada vez más enrevesadas y yuxtaponiendo de forma incongruente pero mordaz elementos cotidianos y tradicionales está “El club del crimen de los jueves” , de Richard Osman. Aunque el planteamiento inicial es bastante entrañable, progresivamente va ridiculizando géneros opuestos como la novela negra o policíaca- o a la propia policía inglesa en sí misma-.
“La caída del Museo Británico” de David Lodge también reviste su crítica de situaciones cómicas, en este caso, contra el catolicismo y la religión, de forma tan sofisticada que en su momento no le supuso la censura del libro.
Además como curiosidad, tiene bastantes toques de metaliteratura, con guiños a algunas novelas importantes de la literatura inglesa.
A pesar de ser un género poco explorado en las planificaciones educativas y a pesar de los prejuicios que puedan generar, las obras literarias de humor no siempre tratan temas banales, sino que abordan temas coyunturales y, gracias las peculiaridades del género , nos hacen reflexionar sobre lo absurdo del ser humano en sí mismo y el entramado social donde se desarrollan sus problemas de primer mundo.
El humor per se aborrece el dogmatismo y abraza la faceta más permisiva, la capacidad de reírse de uno mismo, algo que hoy en día podría decirse que se encuentra en una penumbra casi funeraria.
Son más los libros que han optado por seguir esta estela, fuera de las islas de la British Commonwealth , desde alemania llegaba la espectacular obra “Maldito Karma” de Safier, desde Estados Unidos la glorificada “Conjura de los Necios” de John Kennedy Tool o más recientemente “Algo supuestamente divertido y que nunca volveré a hacer” de Foster Wallace.
En España, lejos de obras aisladas de autores como Pepe Colubi, el que más ha conseguido en este género ha sido Mendoza, con su serie de libros sobre Rulfo y el príncipe Tukkulo hasta el mítico “Sin Noticias de Gurb”.