En un reino muy cercano
Por Rocío Álvarez González

En un reino muy cercano
Muchos autores han reivindicado la explícita metamorfosis de la sociedad actual, mucho más crítica con el contenido que consume. Términos como revisionismo han aflorado recientemente en el acervo cultural clásico dejando atrás la crisálida del consumo pasivo.
Esto es posible al haber innegablemente una oferta cultural mucho más heterogénea y mayor democratización del acceso a ella gracias a internet.
Pero en este aflorar de nuevos productores y consumidores de cultura, también son muchos los que reivindican conservar los productos más tradicionales.
En esta transición, artistas como Tom Ward en su colección ‘Alt Disney’ introducen elementos contemporáneos en productos clásicos, algunos a modo de crítica, otros simplemente con acidez anecdótica.

El revisionismo ya salpicaba a Disney por cuestiones de representación racial, y volvía a apuntarle a la yugular hace pocos meses cuando unos periodistas del San Francisco Chronicle criticaron la atracción de Blancanieves del mítico parque temático, poniendo sobre la mesa el debate sobre consentimiento.
Esto llegó hasta Amnistía Internacional que lanzaba la campaña ‘Sin consentimiento no hay cuento de hadas’ que quería desmontar el romanticismo de los ‘besos robados’ en los cuentos y ponía de manifiesto la vulnerabilidad de un cuerpo que no se puede defender, detalles aparentemente insulsos pero cruciales en la formación social del niño.
Lejos de la controversia que pueda generar esta asociación con otros cuentos clásicos como la Bella Durmiente, los cuentos de hadas ya se habían puesto en el punto de mira, incluso en el plano educativo, por su estereotipado universo saturado hasta la náusea de amor romántico y roles de género.

Varias obras como “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” de Bruno Bettelheim han destacado que reproducen arquetipos propios de estructuras patriarcales que no serían del todo beneficiosos en el desarrollo del niño que tiende a repetir patrones de conducta.
Los cuentos de princesas clásicos son hoy día mucho más proclives al surrealismo, ya que poco tienen que ver con situaciones realistas del día a día.
Es por esto que algunos colectivos han optado por querer acercarlos más a la cotidianeidad o romper el sentido de los ‘finales felices’ que se basan únicamente en el triunfo del amor.

Princesas emprendedoras, valientes y fuertes son las nuevas protagonistas de los nuevos modelos de cuentos, algo que también se intenta extrapolar a los más antiguos para que no se extingan, como los 15 cuentos de “Princesas al Poder” de Vita Murrow.
Perpetuar la idea de que solo se logra la felicidad plena y la salvación tras casarse con un ‘príncipe azul’ es lo que motivó el estudio Pretty as a Princess cuyos resultados en el Child Development revelaron que las Princesas Disney contribuían a implantar estereotipos de género en las niñas que tras el seguimiento no sentían que pudieran ser buenas en ramas de ciencias, matemáticas y eran menos propensas a experimentar cosas por miedo a ensuciarse y estar ‘feas’.
Por esto muchos colectivos han querido deconstruir estos cuentos y arrebatarles esa imaginación febril amorosa con la intención de motivar a las niñas a idealizar personajes más sanos y autosuficientes que no esperen a ser salvadas por un príncipe.
Es el caso de “Cuentos Feroces” que reinventa cuentos infantiles alterando levemente su dinámica pero conservando la esencia de sus personajes como en Caperuzota, Cenigenia o Blancanieves y las Siete Gigantas.

Por otra parte están las versiones de “4 Tuercas” que intenta focalizar la atención y moraleja del cuento en otros valores también presentes en ellos como la cooperación, la bondad y la empatía con los animales.