¿Existe una literatura femenina?
Por Lía Guerrero
«Hay un cielo [literario] y nosotras estamos en el purgatorio o en el limbo.
Se cree que la intelectualidad es para los hombres».
Gioconda Belli
¿Existe una literatura femenina?
Quisiera comenzar abordando este dilema a través de un pequeño acertijo. Les pido que lean con atención estos dos breves fragmentos, que provienen de novelas diferentes:
«Cuando empezamos a salir juntos, me lo enseñó. En el poema, recordaba sus dedos y el modo en que le recorrieron la cara. Contaba lo que había sentido en aquellos momentos, lo que le pasó por la cabeza cuando el ciego le tocó la nariz y los labios».
«Se trataba de una terrible confesión (volvió a ponerse el sombrero), pero lo cierto era que ahora, a los cincuenta y tres años, uno había casi dejado de necesitar a la gente».
¿Podrían adivinar si su autoría es masculina o femenina? Puede parecer una pregunta baladí, pero durante buena parte de nuestra historia la respuesta a esa pregunta ha condicionado el valor y la forma de juzgar una obra literaria. Y ello porque tiende a presuponerse que la calidad de la escritura de autoría femenina y los temas abordados por ella no solo son diferentes, sino que son inferiores.
Si desde el inicio hubieran atribuido ambos fragmentos respectivamente a Raymond Carver y Virginia Woolf, ¿habría cambiaría mucho su percepción sobre ellos? Y yendo más allá, ¿existe entre ellos una diferencia que se encuentre marcada por el sexo? Es en este marco donde se inscribe el interrogante de la existencia de una literatura femenina, entendida como una tradición literaria con características comunes.
Aunque un par de líneas pueden no arrojar luz suficiente sobre el sexo de quien escribe, muchas escritoras y filólogas defienden que hay ciertos rasgos que caracterizan a la escritura de las mujeres: el predominio de la primera persona, el centralismo de personajes femeninos, la preferencia por los espacios interiores o el compromiso con sus propias vivencias.
No obstante, también se considera que estas peculiaridades en el estilo no devienen del hecho biológico de ser mujeres, sino de la propia discriminación y marginación sociocultural a la que se han enfrentado como escritoras y en razón de su género. Así, la literatura propia de las mujeres estaría asociada a los espacios, géneros y temas a los que las mujeres han sido relegadas a lo largo de la historia. Algo que no impide que haya también escritoras que nieguen la existencia de una literatura femenina y que rechacen incluir sus obras en este marco.
Para Laura Freixas, el propio planteamiento de este interrogante es una muestra de discriminación, ya que no se cuestiona la existencia de una literatura masculina. Es decir, se da por hecho que la literatura es universal y neutra, pero toda escritura relacionada con lo femenino se considera específica y particular. Considerando que esta es una de las causas que contribuyen a la invisibilidad de las escritoras y a la devaluación de sus obras (ese purgatorio o limbo que Gioconda Belli refiere), desde esta óptica es comprensible que hablar de literatura femenina pueda resultar problemático por la posibilidad de acrecentar la desigualdad, aunque Freixas entienda que por razones históricas existe efectivamente una literatura propia de las mujeres.
Es por tanto un debate que permanece abierto y en continua revisión. Puede ser interesante en este sentido, más que señalar la diferencia entre lo masculino y lo femenino, preguntarnos cómo influyen las propias características y condiciones de un autor o autora en su producción literaria.
Si entendemos que se escribe desde una posición situada (esa posición que cada persona ocupa socialmente en función de aspectos como su sexo, raza o clase), no sería ninguna locura plantear que la literatura que se produce va estar marcada o atravesada también por estos aspectos. Eso, a su vez, nos permitía considerar que ese paraguas de la literatura femenina necesariamente ha de ser muy amplio, para englobar la heterogeneidad vivencial de las propias escritoras.