Grandes autoras en la literatura de terror
Por Lía Guerrero
«La calidad actual del género […] solo puede explicarse
por la afluencia femenina al mismo».
Óscar Mariscal, traductor.
Grandes autoras en la literatura de terror
¿Quién no ha escuchado hablar de H. P. Lovecraft, Edgar Allan Poe, Bram Stoker o Stephen King? Todos ellos, afamados escritores de ficción sobrenatural y terror, contribuyeron a elevar la popularidad de un amplio género literario que presenta lo desconocido como una gran amenaza; donde el miedo adquiere profundas dimensiones psicológicas, proliferan las disonancias cósmicas y emergen criaturas que desafían las fronteras racionales de la muerte.
Sin embargo, no resulta tan conocido que durante el siglo XIX, en la época victoriana, la literatura de terror fue ampliamente cultivada por mujeres que llegaron a adquirir una gran visibilidad como escritoras y favorecieron el establecimiento de las bases de este género literario. Así, la fascinación por lo desconocido, lo sombrío y la fantasía oscura atrapó a autoras británicas como Ann Radcliffe, May Sinclair o Mary Shelley. Fueron consideradas como auténticas pioneras al incorporar en sus novelas, respectivamente, elementos como la centralidad de una heroína en la trama narrativa, el método de narración del flujo de conciencia (monólogo interior) o la referencia a innovaciones tecnológicas que tendían un puente entre el terror y la ciencia ficción.
Además, cabe resaltar que muchas de estas obras de terror escritas por autoras victorianas han sido concebidas posteriormente como generadoras de una nueva vertiente literaria: el feminismo gótico. A este respecto, se considera que estas obras tienen una significación potencialmente subversiva por su apertura a la transgresión social, ya que problematizaban la posición de las mujeres en la sociedad victoriana, cuestionaban los estereotipos y roles de la época, abordaban los procesos de empoderamiento de sus personajes femeninos y mostraban la vulnerabilidad de sus personajes masculinos ante lo fantasmal, como forma de socavar su masculinidad.
No obstante, y pese a la gran calidad de estas obras, la propia devaluación social del género de terror, así como la tendencia a asociar lo femenino con la literatura íntima, cotidiana y doméstica quizá ha contribuido a que las autoras dedicadas a este tipo de literatura no hayan adquirido la misma relevancia histórica que sus coetáneos. No en vano, recientemente la editorial Impedimenta ha querido recuperar el legado de estas escritoras victorianas a través de la publicación de Damas oscuras. Cuentos de fantasmas de escritoras victorianas eminentes (2017). Y más allá de la literatura británica, la escritora de terror Pilar Pedraza señala que en el Estado español resultan muy significativos los casos de Emilia Pardo Bazán y Carmen de Burgos, cuya faceta de escritoras de relatos de terror gótico ha sido completamente invisibilizada y olvidada, a pesar de la importancia de su contribución al género.
Situándonos en el marco del siglo XX, y considerando la tendencia marcada por las escritoras victorianas, emergen grandes autoras del género de terror como Shirley Jackson, Daphne du Maurier, Anne Rice o Joyce Carol Oates; cuya influencia en autores posteriores es palpable y reconocida. Es más, muchas de las obras y relatos de estas escritoras han sido adaptados al cine por directores de la talla de Alfred Hitchcock, Neil Jordan o Robert Wise.
Más recientemente y alejadas del prisma gótico, cabe destacar a Mariana Enríquez, autora argentina ganadora del Premio Herralde 2019 por su novela Nuestra parte de noche (2019), donde el terror adquiere dimensiones sociales y se instaura en lo cotidiano; a la británica Sarah Moss, cuya novela Muro fantasma (2020) se acerca a la fantasía para cuestionar las violencias sociales; o a la ecuatoriana Mónica Ojeda, que con su obra Mandíbula (2018) ensancha las fronteras del género para adentrarse en lo prohibido y explorar el terror presente en la crueldad.