Mujeres en la novela negra: rompiendo estereotipos
Por Lía Guerrero

Mujeres en la novela negra: rompiendo estereotipos
La novela negra, como género literario que ha alcanzado una notable popularidad, tradicionalmente se ha caracterizado por la construcción de protagonistas masculinos muy apegados a un claro arquetipo: el detective solitario, excéntrico y atormentado que vive al margen de la sociedad, pero que con frecuencia posee dones extraordinarios para la resolución de crímenes.
En este universo literario, tan marcadamente androcéntrico, poca cabida habían tenido las mujeres más allá de su estereotipado papel como objetos de deseo o víctimas necesitadas de salvación. Como refiere al respecto la escritora Alicia Giménez-Bartlett: «Los estereotipos de mujeres en la novela negra son terribles: prostitutas redimidas, mujeres fatales, incitadoras al crimen, víctimas, esposas de policías… una galería bastante funesta».

Sin embargo, es destacable que desde principios del siglo XX la novela negra ha vivido la irrupción de múltiples escritoras que han contribuido a enriquecerla, aportando nuevas identidades a sus personajes que han logrado subvertir el clásico arquetipo, así como apostando por protagonistas femeninas que presentan la trama desde sus propias perspectivas y tienden a alejarse de visiones estereotipadas.
Sin obviar a las incipientes lady detectives que aparecen a finales del siglo XIX (excesivamente feminizadas o masculinizadas), uno de los primeros ejemplos relevantes de mujer detective que podemos encontrar en la literatura es el de Miss Marple, la observadora anciana creada por Agatha Christie. Pionero en el género, y aunque su carácter femenino no tome relevancia dentro de la narración, el personaje de Christie desafía parcialmente las convenciones sociales y los roles de madre y esposa atribuidos a las mujeres. No obstante, la construcción del personaje continúa rigiéndose por la lógica masculina propia del género, que se ve reflejada en la desexualización y en el carácter de investigadora aficionada atribuido a Miss Marple.

También destaca tempranamente el personaje de Cordelia Gray, la investigadora alumbrada por la británica P. D. James en su obra No apto para mujeres (1972), que a través de su trabajo vive un proceso de empoderamiento, aunque dependa de la aprobación de su coprotagonista masculino. A diferencia de Miss Marple, este personaje rompe más abiertamente con algunos de los esquemas clásicos de la novela negra; no en vano, el propio título de la obra apunta a un cuestionamiento de las concepciones sociales. Así, el personaje de Cordelia Gray marca el inicio de un nuevo ciclo de mujeres detectives gracias a su naciente independencia, a las características que determinan su profesionalidad y a la incorporación de una clara perspectiva femenina en la trama, cuyo desenlace es considerado toda una transgresión al género.
Por otro lado, es a partir de la década de los ochenta cuando comienzan a emerger detectives femeninas que representan una marcada ruptura con los arquetipos clásicos. El caso más reseñable es el de la detective V.I. Warshawski, creada por la estadounidense Sara Paretsky, autora a la que se le atribuye la transformación del papel y la imagen de las mujeres en la novela negra. Warshawski es configurada como una mujer alejada de los roles femeninos, fuertemente independiente, con una identidad compleja y que no rehúsa de su sexualidad; aspectos que conllevan una clara subversión con respecto a sus precedentes literarios.

Cabe asimismo destacar, desde principios de los años 2000, las importantes contribuciones escandinavas a la configuración de la mujer detective, que incluso han dado lugar al surgimiento del femicrime, como subgénero literario que intenta categorizar las novelas negras escritas por mujeres en las que su protagonista es también una mujer. Entre estas contribuciones figuran los personajes de Erika Falk (creación de Camilla Läckberg) o de Rebecka Martinsson (creación de Åsa Larsson), con novelas en las que es muy palpable la introducción en las narraciones de temas tradicionalmente femeninos o la incorporación de aspectos más íntimos y psicológicos. Sin embargo, probablemente el personaje más conocido es el de la investigadora Lisbeth Salander, creado por Stieg Larsson y que encarna la figura de la antihéroe.
Por último, no ha de olvidarse que esta transformación femenina de la novela negra también ha tenido lugar en el Estado español, con el surgimiento de personajes como la detective cyborg Bruna Husky (creación de Rosa Montero), la ruda inspectora Petra Delicado (creación de Alicia Giménez Bartlett) o la audaz oficial Annika Kaunda (creación de Susana Martín Gijón). Se trata de personajes que reflejan una visión más real de las mujeres, así como muestran su compromiso con problemáticas y desigualdades sociales que tradicionalmente habían sido obviadas por la novela negra.